NUESTRO VÍNCULO CON LOS ANIMALES

18.05.2021

Hasta que uno no ha amado un animal,

una parte del alma sigue sin despertar.

Anatole France

En 1977 un prestigioso estudio llevado a cabo en la Universidad de Harvard, revelaba el hecho sorprendente de la reducción de la mortalidad a la mitad en aquellas personas que convivían con una planta en su habitación de la residencia de ancianos. La relación establecida entre ambas partes parecía tener un efecto extraordinariamente positivo y reforzador sobre el sistema inmune de aquellas personas. Para todos aquellos que conviven con alguna mascota, muy seguramente esto no les coja de sorpresa pues es relativamente sencillo percibir abiertamente los beneficios que se desprenden del trato diario con algún animal o alguna planta en el seno del hogar. El amor incondicional de nuestras mascotas nos alienta y nos enseña a sacar lo mejor de nosotros mismos, ayudándonos a ser más responsables y empáticos con cualquier forma de vida. En la actualidad, numerosas investigaciones científicas se dirigen a tratar de comprender los mecanismos que subyacen en nuestra relación con los animales y algunas de las conclusiones que se están alcanzando resultan, a todas luces, fascinantes.

La palabra vínculo proviene de la voz latina vincŭlum y se utiliza para definir la unión o atadura de una persona o cosa con otra. Es decir, se refiere a la corriente emocional que nos conecta con otro ser vivo u objeto y que evidencia la importancia que tiene para nosotros. Los tipos de vínculo pueden ser muy variados y de distinto signo. La psicología lleva dedicada muchas décadas a su estudio y hoy podemos concluir que aquello con lo que nos vinculamos define en gran medida la manera de funcionar de nuestra mente y sus resortes más profundos. La naturaleza de nuestros vínculos habla de nosotros mismos y nos aporta una información muy interesante acerca de quiénes somos y de cómo nos posicionamos en el mundo. De la misma forma, nos pone sobre la pista para conocernos mejor y seguir creciendo en nuestro desarrollo individual y como miembros de una sociedad y su cultura. Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo importante, rezaba una bella cita en El Principito, aludiendo a la virtud del vínculo para "colorear" aquello con lo que nos sentimos unidos. Y lo cierto es que nosotros nos hacemos igualmente importantes, grandes, con aquellas cosas que amamos sana y voluntariamente desde el corazón.

Si nuestra relación con lo que nos rodea define nuestra esencia psicológica individual y social, esto se hace más evidente en el trato que dispensamos al resto de los seres vivos. La capacidad del ser humano para canalizar adecuadamente su vertiente animal y trascenderla es un síntoma incuestionable de su desarrollo evolutivo. Si logramos abandonar nuestro punto de vista egocéntrico como especie, la primera revelación que se abre ante nuestros ojos consiste en la certeza de que podemos aprender del resto de los animales mucho más de lo que pensamos. Para ello es necesario que seamos sensibles a la idea de que compartimos con todos ellos un cerebro emocional común que nos vincula y nos compromete a un respeto ancestral. Este hecho queda perfectamente representado en la cultura de muchos pueblos indios nativos norteamericanos, los cuales enfatizan en el vínculo espiritual que les une al resto de las especies animales. El agradecimiento hacia todas ellas es uno de sus pilares fundamentales a la hora de entender la vida.

Por otro lado, a estas alturas son bien conocidas las ventajas para el ser humano que se derivan de la convivencia con cualquier mascota. Desde esta perspectiva, todas las edades son adecuadas para sumergirse de lleno en este maravilloso universo. Los niños son los primeros favorecidos en el trato con las mascotas ayudándoles a establecer hábitos saludables, reforzando su sistema inmunológico, desarrollando la autodisciplina, incrementando su autoestima y ayudándoles a adquirir una filosofía de vida respetuosa con cualquier forma de vida. Sin ir más lejos, cada vez escuchamos más ejemplos terapéuticos relativos al empleo de delfines y de caballos en el tratamiento de distintas patologías. Una muestra de ello es que cada vez más personas con trastorno del espectro autista ya reciben su influencia positiva en muchos lugares del mundo. Una vez más se evidencia que la posibilidad de amar, de dar lo mejor de nosotros mismos aunque sea durante un breve espacio de tiempo, tiene la virtud llevarnos a lo más alto con la misma fuerza que ser amados.  

Con los animales aprendemos la importancia de la reciprocidad, la empatía y la generosidad, a la vez que aprendemos a valorar en su justa medida la virtud de la diversidad y del compromiso. Son bien conocidos los vínculos emocionales tan sólidos que unen a muchos agentes de policía con los animales junto a los cuales desempeñan su trabajo cotidiano. O a numerosos invidentes que disponen de la ayuda de un perro guía que vela por su integridad día y noche. Muchos de nosotros recordamos a Max, el enorme cerdo vietnamita que compartió cama con el famoso actor George Clooney durante 18 años hasta que falleció en 2006. O la preciosa película basada en hechos reales y protagonizada por Richard Gere, Siempre a tu lado (Hachiko), la cual nos enseñó que el valor de la lealtad no conoce fronteras.

Existen miles de ejemplos a diario que nos enseñan a mirar desde una óptica diferente el vínculo que nos une a los animales. Quizá ha llegado el momento de preguntarnos qué es lo que podemos hacer nosotros por ellos, en lugar de ellos por nosotros. Las emociones positivas que se generan en la interacción con los animales ayudan a vivir mejor a ambas partes, a la vez que enriquecen nuestro abanico afectivo y nos hacen crecer como personas...


La Casa de la Psicología Positiva