HUMOR PARA VIVIR

10.01.2022

"Mi esposa era básicamente inmadura.

Cuando yo estaba en la bañera,

venía ella y me hundía los barcos..."

Woody Allen

-Director cinematográfico-

El sentido del humor ha acompañado a la humanidad desde tiempos ancestrales. Su mirada inteligente y aguda nos permite vivir momentos inolvidables junto a las personas importantes para nosotros. También, nos ayuda a relativizar vivencias complejas y encontrar el lado positivo de los acontecimientos más desalentadores. Algunas personas poseen un agradable gracejo innato que fluye espontáneamente. Otras, con el paso del tiempo, han desarrollado un fino sentido del humor capaz de sacarle punta a las situaciones más inverosímiles. Cuando éste es negativo, puede rallar el mal gusto y provocar un cierto malestar en nuestros interlocutores. Todas las culturas tienen una visión diferente respecto del humor, sobre los tópicos y los elementos que provocan nuestra sonrisa. Pero todas ellas coinciden en su utilidad para generar afectos positivos y aligerar nuestra existencia.

A lo largo de nuestra historia, la risa no siempre fue considerada un fenómeno positivo: el humor posee la virtud de provocar nuestra carcajada por caminos poco convencionales y alejados de la tradicional razón y la lógica humana. Es decir, lejos del sentido común y del establishment de la seriedad y el decoro. Algunos expertos piensan que para experimentarlo es necesario, o bien sentirnos por encima del objeto de nuestra burla (valencia negativa), o bien detectar una incongruencia y compartirla (valencia positiva). En cualquier caso, el humor fue desplazado de los círculos académicos y científicos hasta hace relativamente poco tiempo. Hoy, somos más conscientes que nunca respecto de los interesantes beneficios que puede comportar para nuestra especie, cuando hace su aparición estelar.

Etimológicamente, el término humor deriva del latín umus, umoris (humedad) y su uso puede contemplar distintos significados. En primer lugar, podemos emplearlo para referirnos a un estado de ánimo de mayor duración que las emociones, a un determinado tono vital más constante. "No le pidas hoy el día libre, no está de buen humor" podría resultar un buen ejemplo. En la otra cara de la moneda, puede considerarse como una forma de comunicación que persigue provocar hilaridad y fomentar el placer a través de puntos de vista mordaces, implícitos pero compartidos, y con un factor sorpresivo. Nuestro hijo de cinco años siempre cuenta el mismo chiste blanco: mamá, papá, "¿qué hace una impresora cuando se enfada? Está claro, chicos, ¡perder los papeles!". Como puede observarse, es una buena herramienta para conseguir nuestra aprobación y apuntalar nuestro vínculo a través de la risa compartida mediante un final inesperado (al menos, la primera vez...)

En este último sentido, Sigmund Freud en su libro El chiste y su relación con el inconsciente (1905), ya aventuraba la importancia del humor para desbloquear contenidos inconscientes reprimidos y quitar hierro a pensamientos angustiantes como mecanismo de defensa. La etnóloga francesa, Martine Segalen, en su obra Ritos y rituales contemporáneos (1998), identifica a varios autores que nos hablan del origen y el uso popular de las pullas. Éstas, en su condición de batallas verbales consensuadas, mantienen una distancia simbólica que autoriza a los interlocutores burlarse o insultarse mutuamente sin consecuencias negativas. Un ejemplo de ello, serían las bodas en Gran Bretaña hasta 1850. Los familiares de ambas partes se reunían y aprovechaban para liberar su sarcasmo, librando una procaz competición verbal con la finalidad de establecer un ganador mientras pasaban un buen rato socializando.

Hoy conocemos que el uso del humor conlleva importantes beneficios psicológicos, físicos y sociales. Aunque desconocemos aún su mecanismo exacto de funcionamiento, se sospecha que está muy relacionado con la reducción del estrés (cortisol) y la ansiedad, también con el fortalecimiento del sistema inmunológico y la prevención de la depresión, por poner solo algunos ejemplos. Igualmente mejora nuestro "punch" social, la vida en comunidad, la comunicación interpersonal y fortalece nuestros lazos afectivos. Para nuestra sorpresa (o no), también nos vuelve más atractivos y carismáticos. En algunas encuestas efectuadas hasta la fecha, muchas personas se refieren a la inteligencia y el sentido del humor como dos de los factores principales a la hora de percibir como sexy a una pareja potencial. La presencia de ratos de humor compartido en pareja es un indicador clave acerca de la salud de ésta y de su continuidad en el tiempo. Casi al mismo nivel que la admiración mutua, el interés genuino por el bien del otro o el deseo expreso de compartir un proyecto futuro en común.

Riamos entonces, vivamos y compartamos. Pero, sobre todo, busquemos el flanco inteligente y simpático de las cosas que van saliendo a nuestro encuentro. Al final de la vida, lo que más valoramos siempre es la suma de recuerdos positivos que, una vez, nos hicieron vibrar...


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