EL SOL SALE TODOS LOS DÍAS

07.09.2021

"Aquellos que quieren cantar siempre encuentran una canción"

(Proverbio sueco)

Pudiera parecer que hablar de alegría, felicidad, sentido del humor u optimismo, es una gran utopía en los tiempos que corren. Una frivolidad que debemos reservar para futuras mejores ocasiones, cuando las condiciones sean más favorables y el temporal amaine. Nada más lejos de la realidad. Por el contrario, hoy por hoy, los afectos y las emociones positivas deben ocupar un lugar importante, significativa y proactivamente, en nuestras vidas.

No se trata de buscar el amparo en la risa por la simple risa, ni de fomentar una insípida anestesia emocional, como una huida hacia adelante. Por supuesto que debemos conceder un espacio para la reflexión y la gestión de aquellas cuestiones que nos preocupan y nos aquejan pero, nunca más allá de lo necesario. Sin incurrir en rumiaciones o pensamientos obsesivos que nos paralicen y limiten nuestra rutina diaria. Cultivar, por el contrario, nuestras emociones y sentimientos positivos es igual de prioritario para nuestra propia supervivencia

Hoy sabemos, por ejemplo, que las emociones positivas nos permiten fomentar nuestra creatividad, ampliando nuestra perspectiva y la capacidad para resolver los conflictos que se nos presentan. Que, cada vez que sonreímos, nuestro sistema inmune se fortalece y nos predispone a enfermar menos. Que las emociones son contagiosas, y que éstas funcionan como una onda expansiva tanto en nuestro interior como con nuestros semejantes. O que tanto las personas introvertidas, como las extrovertidas, pueden experimentar niveles elevados de felicidad. Hoy somos más conscientes que nunca del funcionamiento de nuestra neuroquímica cerebral y de todos aquellos resortes que nos ayudan a construir un optimismo inteligente. Y, por defecto, una arquitectura más saludable para nuestra propias vidas. 

Pero... ¿Cómo podemos promover esa afectividad positiva cuando parece que nuestro entorno se quiebra y la vida se obceca en ponernos palos en las ruedas? ¿Cómo lograr que los sentimientos agradables vuelvan a colorear nuestra existencia y nos empujen a dar lo mejor de nosotros mismos? ¿Cómo echarnos a las espaldas el pesado lastre de los disgustos o de las preocupaciones pasajeras? En primer lugar, es primordial concedernos el derecho a Celebrar. Independientemente de todo lo que nos rodea. Celebrar nuestros pequeños triunfos o nuestras corazonadas. Que, en algún lugar remoto, somos importantes para alguien o que hemos tenido la fortuna de vivir un día más. Debemos ser, cada vez, más conscientes del horizonte temporal de todos nuestros problemas y que, como reza el saber popular, el sol siempre sale todos los días. Pongamos especial esmero en cómo nos relatamos a nosotros mismos lo que nos sucede. En cómo nos tratamos o en considerar que la felicidad, más que un estado definitivo, es una dirección hacia la que debemos orientar nuestras naves. Sin negar la realidad que nos duele, porque lo que es, es. Pero con la mirada clara y el convencimiento de que podemos hacer mucho más por nosotros mismos, y por aquellos a quien amamos, de lo que podemos imaginar. 

En época de tormentas, y siempre, mostrarnos indulgentes con nuestros pequeños errores y defectos es un bien de primera necesidad. Y tiene un impacto positivo inmediato, además, en las personas que nos rodean. Nos ayuda a ser pacientes y más tolerantes: relaja las tensiones que puedan producirse espontáneamente, ayudándonos a impulsar nuestra empatía y generosidad.

Me gustaría acabar esta pequeña reflexión poniendo como ejemplo, una vez más, a todos esos "locos bajitos" que nos enseñan a diario mientras crecen. A su capacidad para descubrir lo verdaderamente esencial a los ojos y advertir con sorpresa los misterios del mundo. Hace más de veinticinco años, decidí comenzar una dieta para eliminar aquellos kilos de más que me sobraban. Tras algunos meses de esfuerzo y perseverancia, llegó un punto en el que me preguntaba si ya comenzaría a notarse algo. La respuesta, no se hizo esperar. Por aquel entonces, compaginaba mis estudios con la enseñanza del Inglés a los más pequeños. Y llegó ella, con apenas seis años y una inteligencia propia de las mentes más avispadas. Y solamente tuvo que pronunciar una pequeña reflexión en voz alta: "Profe, no sé cómo lo haces pero, cada día que pasa..., ¡estás más alto!". Y muchas veces pienso que esa es la mirada curiosa que nos hace falta para percibir que hay cosas a nuestro alrededor que, simplemente suceden, y que están ahí para ser descubiertas. Igual que nuestras emociones positivas junto con todas aquellas maravillosas y minúsculas cosas que, sin saber aún por qué, nos rodean a diario... 


La Casa de la Psicología Positiva