EL DRAMA DEL SUICIDIO: UNA TENDENCIA AL ALZA

16.02.2022

"En el corazón de todo invierno vive una primavera palpitante

y detrás de cada noche vive una aurora sonriente".

Khalil Gibran

(Poeta, pintor y novelista libanés)

Si hay una cuestión que resulta especialmente incómoda de abordar, para la mayor parte de la sociedad, es la relativa al suicidio. Considerada como un gran tabú desde tiempos remotos, la conducta suicida ha generado un gran número de mitos y distorsiones en torno suyo. Nuestra propia fragilidad como especie nos lleva a apartar esta problemática, relegándola a algún lugar remoto y seguro de nuestra conciencia. Necesitamos sentir que estamos a salvo de su influjo, pensando que la mejor manera de hacerlo es omitirlo de nuestras conversaciones o escabullirlo de nuestro día a día, soterrándolo bajo un tupido de manto de silencio.

Y todo ello es sin duda humano, demasiado humano, como afirma el famoso título del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Pero lo único que hemos conseguido con ello, ha sido alejarnos de la comprensión profunda de sus resortes psicológicos. También del conocimiento de las pautas de afrontamiento y prevención necesarias cuando conocemos de primera mano algún caso en riesgo en nuestro entorno más cercano. Porque, efectivamente, cuando alguien nos avisa de que tiene alguna intención de este tipo, existe probabilidad real de que lo lleve a cabo: no es cierto que aquel que lo advierte, no lo vaya a hacer en ningún caso. En algunas ocasiones, es posible que algunas personas pueden emplear una amenaza así como un mecanismo de manipulación o como una torpe llamada de atención. Pero en muchas otras, más de las que pensamos, es un grito desesperado de socorro que requiere de toda nuestra proactividad, empatía y agilidad para mantener a la persona a salvo, hablar con ella y ponerlo de inmediato en conocimiento de las autoridades correspondientes. Una red social de apoyo sólida y preparada es capaz de salvar más vidas de las que imaginamos...

Según los estudios más recientes, en nuestro país se quitan voluntariamente la vida a diario un total de once personas. Una cifra escalofriante como para permitirnos el lujo de hacer como que no lo vemos. Un número demasiado negro como para no exigir a los organismos competentes para ello, que inviertan en los medios, la educación y los recursos necesarios para paliar esta dolorosa tendencia. 3.941 personas decidieron acabar con su vida durante 2020: los estragos de la pandemia y la desesperanza empujaron a 2.930 hombres y 1.011 mujeres a desistir del bien preciado de sus vidas. Según el Consejo General de Psicología en España, el 15,5% de la población española confiesa haber tenido ideas suicidas en algún momento. Un 25,7% cuando hablamos del rango de edad de los jóvenes entre 18 y 25 años. Recientemente en nuestro país, el tristemente conocido caso de nuestra queridísima actriz Verónica Forqué puso nombre a esta tragedia, haciendo saltar las alarmas y visibilizando este drama latente de nuestra época.

El suicidio se relaciona con numerosas causas y, en especial, con ese otro gran mal denominado depresión que viven millones de personas en todo el mundo. Existen muchísimos tipos de patología depresiva, pudiendo tener desde un origen neuroquímico (interno) hasta reactivo ante algo que nos ha sucedido (externo), presentando cuadros y evoluciones muy diversos. Lo que hemos aprendido en el transcurso de los últimos años, es que la depresión sonriente también existe, aunque no lo aparente, y que sólo aquellas personas que padecen algún tipo de depresión saben el calvario que atraviesan. Algunos expertos coinciden en que, en pacientes deprimidos, el riesgo de suicidio es mucho más elevado cuando la persona vadea la fase de anhedonia emocional. Es decir, cuando el paciente refiere sentirse en este mundo "como un mueble", sin rumbo, sentido, ni motivación alguna. Porque el paciente deprimido, no pierde la cordura en ningún momento: razona y es perfectamente consciente de lo que sucede a su alrededor pero absolutamente condicionado por el peso de una melancolía aplastante y una falta de ilusión vital que le postra, limitándole en su desarrollo normal. Permanezcamos entonces atentos a las señales que podamos encontrar en nuestro camino y reaccionemos de manera apropiada. Comuniquémoslo a los expertos en salud, debidamente acreditados, a las entidades e instituciones especializadas en activo. Hoy en día, la mayor parte de las depresiones tienen una buena resolución mediante tratamiento psicofarmacológico, psicológico y social. Por lo que hay razones contrastadas, más que suficientes, para sentir una enorme Esperanza a este respecto.

Pero el suicidio también correlaciona con otras muchas causas como el mobbing, el bullying, el consumo de sustancias estupefacientes, el padecimiento de determinados trastornos psiquiátricos, el abuso sexual, físico y psicológico u otro mal endémico de nuestra sociedad: el distrés (o estrés negativo). Algunos baches vitales pueden transformarse también en instantes en los que se apaguen momentáneamente nuestras ganas de vivir. No obstante, debemos ser conscientes de que el dolor psicológico y el padecimiento agudo tienen un horizonte temporal concreto: no duran para siempre, son abordables terapéuticamente y mejoran con las medidas adecuadas.

Afortunadamente, a finales de 2021 supimos que el número 024 pronto será habilitado este año como línea de ayuda para todas las personas que presenten ideación suicida. Y, por extensión, para todas aquellas personas que no sepan cómo actuar ante una situación de riesgo en su entorno. Será anónimo, confidencial, gratuito y será atendido por profesionales especializados y preparados para intervenir. Según la página web de RTVE, en caso de necesitar ayuda urgente podemos dirigirnos a las urgencias de nuestro hospital más cercano o llamar a los siguientes números:

  • Servicios de Emergencia a través del 112 (SAMUR, SUMMA)
  • Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza: 717 003 717
  • Teléfono contra el suicido de la Asociación Barandilla: 911 385 385
  • Teléfono de Prevención del Suicidio: 900 925 555
  • Línea de Ayuda a Menores de la Fundación ANAR: 900 20 20 10
  • Teléfono de la Esperanza Bizkaia: 944 100 944
  • Teléfono de la Esperanza Gipuzkoa: 900 840 845

Hasta entonces, debemos ser conscientes de la importancia de nuestra pronta actuación y nuestra capacidad para amparar a aquellos que se encuentran en una situación desesperada. Escuchar de manera activa, evitando prejuicios y sentencias, mantener a salvo a la persona y seguir en estrecho contacto con ella hasta que llegue la ayuda especializada puede ser la diferencia entre la vida o la muerte. Pongamos entre todos de nuestra parte para acabar con la lacra del suicidio. ¡Porque siempre hay una nueva oportunidad para ver como todo mejora y vuelve renacer!